Cuando el fanático ingresa al estadio Quisqueya, por más bailarinas, mascotas o show complementario que se monte, el principal imán para llevarlo allí es lo que ocurre dentro de las líneas de cal, y la imagen que queda frisada en su iris es la del mejor desempeño entre los jugadores o la jugada que definió el encuentro.
Pero desde la impresión de las boletas hasta el encendido de la pizarra, montar un partido conlleva una logística de unas 250 personas con una cabeza que a menudo tiene que trabajar 18 horas. Es la responsabilidad de la Liga de Béisbol Profesional de la República Dominicana (Lidom), encargada del montaje del torneo.
Sólo de electricidad, un juego de nueve entradas le cuesta al Escogido y al Licey entre RD$130 mil y RD$140 mil, de acuerdo con el administrador del recinto, Parmenio Rodríguez, encendiendo las luces a las 5:30 de la tarde y apagándola a medianoche.
Esta cifra de empleados temporales que genera el torneo en el coloso del Ensanche La Fe no incluye al de los equipos, que en el caso de los Tigres supera los 60, ni a los vendedores de productos fuera del parque.
“Cualquiera cree que es sólo venir al juego, y ver a los peloteros en el terreno, pero montar este espectáculo conlleva un movimiento grande de personas y recursos con muchas horas de trabajo”, dijo Rodríguez, que agota su segundo año en la posición.
La lista de funciones va desde unos 115 agentes de seguridad (que se auxilian de un circuito cerrado de cámaras) hasta el equipo de 20 empleados de mantenimiento del terreno, además del personal de limpieza, plomería, sonido, acomodadoras, cantina, parqueos, control de acceso y acondicionamiento de área de arbitraje.
La llegada de la tecnología de alta definición (HD) en las transmisiones de televisión hace dos temporadas, ha exigido una mejor iluminación, y a menudo hay que cambiar lámparas. La factura mensual que emite EdeSur supera los RD$2.6 millones en temporada de béisbol.
“Sé a la hora que entro, por lo general a las 9:00 de la mañana, pero no tengo hora de salida, casi siempre dos o tres horas después de los partidos”, dice Rodríguez, a menudo con alguien a la espera para resolver un inconveniente más.
Una vez terminan los encuentros, el equipo de mantenimiento se lanza a cubrir la media luna y la zona de seguridad, para protegerla de que las lluvias en las noches lo conviertan en lodazal. Temprano en la mañana comienza a trabajar para poner a tono un terreno en el que jugadores de más de 200 libras entierran las garras metálicas de sus calzados a gran velocidad buscando la victoria.
Diómedes Castellano, encargado de boletería y terreno, trabaja durante todo el año con un equipo que entre febrero y agosto riega la grama y hace trabajos básicos, pero a partir de septiembre se incrementa el trabajo.
“En el área verde se corrige la maleza y se aplica fertilizante, la llamada zona roja, es decir media luna, montículo y zona de seguridad, hay que garantizar un nivel con el estándar que exige la Major League Baseball”, dice Castellano, con ocho años a cargo de la superficie del principal recinto del país.
POR NATHANAEL PÉREZ NERÓ