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sábado, 25 de julio de 2015

Pedro Martínez, entre números y grandes momentos

Cooperstown, Nueva York.– Cuando se menciona la carrera de Pedro Martínez en el béisbol de Grandes Ligas, se habla de uno de los mejores lanzadores en la historia. Eso ya se sabe. Y es por eso que el dominicano es uno de los exaltados al Salón de la Fama en este 2015.
 
Pero ya con casi seis años desde el retiro del ex serpentinero, es fácil olvidar el dominio que exhibió el derecho en el montículo—y en plena era de esteroides, con tantos bateadores de fuerza artificial y temporadas sobradas de más de 50 jonrones.
 
Para tener una buena idea de lo que fue Pedro Martínez en su apogeo, es preciso darle un vistazo a la obra del oriundo de Manoguayabo, R.D. en términos de puros números.
 
De la escuela tradicional de estadísticas, se ve lo sobresaliente:
 
–Tres veces líder de su liga en porcentaje de ganados y perdidos y con .687 de por vida, superado en ese sentido sólo por Whitey Ford (.690) entre los lanzadores con al menos 150 victorias desde 1900.
–Cinco títulos de efectividad
–Tres veces líder de su liga en ponches, con nueve temporadas de 200 o más
–En total, marca de 219-100, efectividad de 2.93 y 3,154 ponches en 18 campañas
–Tres Premios Cy Young, una Triple Corona de pitcheo en 1999 y ocho convocaciones al Juego de Estrellas, entre muchos otros reconocimientos.
Para los que gustan de los números más modernos, las proezas de Pedro se ven más grandes todavía.
–Cinco veces líder de su liga en ERA+, efectividad ajustada a los estadios donde lanza un pitcher
–Seis veces campeón de WHIP (bases por bolas más hits por inning lanzado) y siete veces con ese número de menos de 1.0.
–Cinco veces autor de la menor cantidad de hits permitidos por cada 9.0 entradas
–Tres veces líder en menos jonrones concedidos por cada 9.0 capítulos
–Cinco veces con la mejor proporción de ponches por cada 9.0 innings
–Y cuatro veces con la mejor proporción de ponches por boleto otorgado, incluyendo 4.15 de por vida, la tercera mejor cifra de todos los tiempos.
 
Los números dicen mucho, pero no completan el panorama del impacto de Martínez en sus equipos, en los estadios donde tiró y en su país.
 
Luego de establecerse como todo un as y ganar su primer Cy Young en los Expos de Montreal, Martínez se adueñó del Fenway Park al integrarse a los Medias Rojas. Con una fanaticada bien apasionada en toda Nueva Inglaterra, además de la comunidad hispana (con fuerte presencia dominicana) de Boston, las aperturas de Martínez se convirtieron en todo un espectáculo. Las pancartas de apoyo y las banderas dominicanas se vieron en todas partes en esos juegos, en su gran mayoría victorias para Pedro y los Patirrojos.
 
En la República Dominicana, todo un país se fijaba en las aperturas de Martínez por televisión, con el famoso “toque de queda” para sentarse a ver cómo le iría.
 
Sobran los momentos para el recuerdo:
–Su juego “perfecto” de 27 outs seguidos en San Diego en 1995, antes de permitir un doble en el décimo inning y perder la distinción de un juego perfecto o un no-hitter oficial.
–Su primer Cy Young en 1997, bajo la dirección de su compatriota Felipe Rojas Alou, el primer manager dominicano en Grandes Ligas
–Su manera de ponchar y dominar por completo a Barry Larkin, Larry Walker, Sammy Sosa, Mark McGwire y Jeff Bagwell en el Juego de Estrellas de 1999, ante su fanaticada en el Fenway
–Limitado por una lesión, la valentía con la que entró como relevista y tiró 6.0 innings sin hit ni carrera para eliminar a los Indios en el Juego 5 de la Serie Divisional entre Boston y Cleveland en 1999
–Sus 7.0 ceros en San Luis en el Juego 3 de la Serie Mundial del 2004, parte íntegra del campeonato de los Medias Rojas que le puso fin a una sequía de 86 años de Boston sin un título
–Y su última gloria de postemporada a los 37 años en el 2009, cuando les tiró 7.0 ceros a los Dodgers lanzando por los Filis en la Serie de Campeonato de la Liga Nacional Martínez superó muchos obstáculos rumbo a la inmortalidad del béisbol.
 
Además de criarse en condiciones bien humildes, tuvo que salir de la sombra de su hermano Ramón en la organización de los Dodgers como prospecto.
 
Nunca se ganó la confianza de la gerencia de los Dodgers en torno a su futuro a largo plazo, debido a su falta de corpulencia. Por eso fue cambiado a los Expos en el invierno de 1993-94 por el segunda base Delino DeShields.
 
Como dicen muchos, “el resto es historia”. Efectivamente, toda esa motivación por hacer quedar mal a los que dudaron de él, combinada con su inmenso talento y extraordinaria inteligencia como lanzador, le ha resultado en una placa en Cooperstown, la segunda de un jugador dominicano después de Juan Marichal.