Desaparecido físicamente el comerciante Don Santiago Almánzar, San Ignacio de Sabaneta y el país han perdido a un ser humano especial, inigualable y excepcional.
En la tierra fue un mensajero y un intérprete de la solidaridad, decencia, pulcritud, sembrador de honestidad y de amor a manos llenas.
Familiarmente, conformó una estructura productiva social trascendental e inconmensurable.
Hizo una redención social que revela una taumaturgia ciclópea, forjada por un hombre de negocio innato.
A muchos sabaneteros le inspiró la obra de redención social y al irse de esta tierra, no solo seremos incapaces de olvidarlo, sino que lo veneramos como un ser humano iluminado y guiado una inspiración divina.
Esto no solo lo traduce un arqueo de su afanar taumatúrgico, sino el sentir unísono de los sabaneteros conscientes que lograron compartir en persona, que recoge en su obra, en condición de ciudadano y comerciante habrá que echar muchas páginas desde la derecha a la izquierda para hallar a un sustituto y superarlo.
El sabanetero de pura raigambre que logró intercambiar ideas e impresiones con el finado puede hablar con propiedad de que era un hijo distinguido revestido de un haz de amor, respeto, gentileza y cariño que demostraba a cada instante.
Lo evidenciaba cuando visitaba a su madre Dona Morena en el barrio Bolsillo, que compartía con los pequeñines, sin importar condición social ni higiene en ese momento gratificaba con monedas.
Don Santiago Almánzar decía que cuidaba a los jóvenes en el barrio Bolsillo, porque Dios y ellos eran guardianes de su madre y por eso vivía tranquilo en su hogar por el cuidado que tenía en el sector su ser amado.
En realidad, Don Santiago Almánzar ha muerto a la edad de 93 años, pero su partida ha sido física, no espiritual, “porque su legado queda plasmado en cada corazón del sabanetero sensato y de los jóvenes que vivimos en el barrio Bolsillo”.
Residió en su tierra donde nació hasta que expiró de quebrantos de salud.
Desde joven hizo trabajos forzados, golpeando la tierra, abriendo surcos para hacerla producir frutos.
Fue arador con bueyes, dotes que debe servir de orgulloso a sus vástagos, porque cimentó su vida y bienestar en base al tesorero y arduo trabajo basado en la honestidad.
Trabajó esforzado para superar limitaciones económicas en su juventud logrando un coeficiente sobresaliente de aportes al necesitado, levantando una familia transparente y llevarlos a crecer formados y a profesionalizados.
A todos y todas, los colmó junto a su esposa Dona Nana a la decencia, solvencia moral, hábitos, costumbres hasta llevarlos a ejemplares ciudadanos y ciudadanas, para que hoy, al desaparecer físicamente de este globo terráqueo no tengan que avergonzarse ni arrepentirse del rol que desempeñó, en una sociedad que cada día está más putrefacta por los tiempos en que vivimos hoy día.
Ejerció su labor de comerciante como un sacerdocio, ayudando al caído, al desposeído, mitigando el hambre practicando pletórica fe.
Hay que decir que es y fue una referencia de la humildad que practicó “El Nazareno”, como escuela para enseñarse la solidaridad, humanismo y esforzarnos en ser a imagen y semejanza.
Fue consecuente con la suerte de los desposeído ayudando a combatir el hambre de muchas personas sin recibir nada a cambio.
Y realizó una labor social paradigmática, única, que ningún comerciante en la ciudad ha intentado siquiera iniciar ni emular, evidenciando que pasarán años para que la Madre Naturaleza repita un ser humano semejante como Don Santiaguito.
Hay un proverbio bíblico que reza: Por sus hechos los conoceréis.
Es la encarnación de Don Santiago Almánzar.
Que Yavé sabrá de ponderar en el Armagedón.
Que desde el infinito transmita fuerza y valor a sus deudos a fin de poder sobrecargar su ausencia en este terruño.
Descanse en paz Don Santiago Almanzar hombre de bien y de corazón noble.