¿Por qué a muchos les gustan los alimentos que resultan menos sanos? ¿Por qué resultan más atractivos al paladar las grasas, fritos, alimentos salados y el azúcar? Según detallan investigadores de la Universidad de Birmingham, nuestros alimentos preferidos tienen un rasgo en común: su irresistible sabor se potencia con tres ingredientes, sal, azúcar y grasa. Tres ingredientes que, en exceso, resultan peligrosos para la salud, que abundan en nuestro entorno y que se presentan en una amplísima variedad de formas, texturas, aromas y sabores, lo que contribuye a incrementar nuestro riesgo de padecer sobrepeso y obesidad. Desde Eroski Consumer dan respuesta a estas preguntas
. La 'alegría de comer' no sólo está mediada por la satisfacción que otorga cubrir una necesidad fisiológica vital. El proceso de regulación del apetito es de todo menos fácil. Sabemos que se modula mediante un mecanismo cerebral que controla el llamado 'equilibrio energético'. Dicho mecanismo se denomina 'regulación homeostática' y pretende equiparar la energía que gastamos con la que ingerimos con los alimentos. Existe una regulación homeostática a corto plazo, pero también funciona a largo plazo, y en ella participan diversas sustancias corporales (péptidos gastrointestinales, hormonas de los tejidos grasos del cuerpo y mecanismos centrales localizados en el hipotálamo). Los sabores amargos se asocian a menudo con alcaloides tóxicos, mientras que la acidez de muchas sustancias ácidas puede indicar deterioro o inmadurez del alimento
Sin embargo, ni la biología ni la química orgánica lo explican todo, pues en el control del apetito inciden otras variables. Además de la regulación de energía, también está implicada la 'regulación hedónica', en la que participan factores emocionales y de motivación y en la que influye de forma notable la palatabilidad de los alimentos. De entre los más irresistibles, la investigación de la Universidad de Birmingham, antes citada, señala a los siguientes:
Dulces y postres, como el chocolate, buñuelos, galletas, pasteles, dulces y helados de crema.
Aperitivos salados, como patatas fritas o galletas saladas.
Comidas rápidas, como hamburguesas, pizza o pollo frito.
Bebidas azucaradas, como las gaseosas, té dulce, batidos, café dulce u otras bebidas con azúcar.