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viernes, 18 de octubre de 2013

Eliminación trabajo infantil: fracaso colectivo


Quizás hubo frases esperanzadoras, ilusorias y hasta contentivas de las más nobles esencias en Brasilia, donde este 10 de octubre concluyó la III Conferencia Global sobre Trabajo Infantil; pero, la afirmación del director general de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), Guy Ryder, acerca de que la meta de erradicar ese flagelo para 2016 corre el riesgo de no ser alcanzada, no pudo ser más real, triste y catastrófica.


Indiscutible es la responsabilidad de los estados por esos pequeños seres que deambulan por basureros y calles de este inmenso mundo, sin aspirar al menos a un asiento en una escuela, por muy humilde que sea y como afirmó Ryder, en vez de “preparar disculpas”, debían acelerar el combate a ese mal que afecta a 168 millones de menores trabajadores en todo el mundo, cifra reducida en un tercio en los últimos 10 años, pero nada alentadora aun.

Muy lenta la reducción

Para la presidenta del país sede del encuentro, Dilma Rousseff, el dato que avala el ritmo de disminución de ese fenómeno es muy lento “y se corre el riesgo de que los Gobiernos puedan dormirse en los laureles de esas conquistas” pues, una gran parte de esos niños y niñas está sometida a lo que la OIT califica como “peores formas de trabajo infantil, que son la esclavitud, la servidumbre, el trabajo forzoso y la explotación sexual”.

El director general de la OIT advirtió: “Hace una década nos trazamos la meta de eliminar las peores formas de trabajo infantil para 2016; pero, al paso que vamos, no alcanzaremos esa meta y eso será un fracaso colectivo”.

Y como en ocasiones anteriores, la clausura giró en torno a la preparación de nuevos planes, que en esta ocasión tuvo la advertencia de Ryder: “Existe el peligro de que en los últimos kilómetros de la larga marcha contra el trabajo infantil miremos hacia otro lado y paremos antes del fin del camino”.

Más allá de la certera calificación de “tarea moral, ética y social”, la comunidad internacional debe constatar cada día que esta es una asignatura pendiente, tanto para los 140 países presentes en el evento, como para quienes no estuvieron, porque todos le deben a los infantes una vida sin violencia y sin ningún tipo de explotación: “Les debemos un futuro de plena protección, de derechos y de afirmación”, declaró Rousseff, en lo que debió ser un pronunciamiento global en momentos tales.

En RD, buscar el norte…

En República Dominicana, este mal corre por ancestrales arterias y lamentablemente unos 500 mil niños, niñas y adolescentes, con edades comprendidas entre 5 y 17 años, sobreviven mientras desarrollan trabajos forzosos.

Hablamos de labores agrícolas, venta de diversos productos en las calles, recogiendo impurezas mientras se internan en basureros como el de Duquesa, donde las bacterias y todo tipo de microbios han provocado enfermedades en su piel y pulmones; sin olvidar que son explotados sexualmente por adultos inescrupulosos, quienes también los emplean como “mulas”, en el sucio negocio de las drogas.

El Estado dominicano ha creado programas que hasta la fecha han resultado insuficientes. Más allá de las reflexiones que deben marcar el problema, se intentan agudizar los castigos a través del Código Penal, aun cuando se sabe que la protección jurídica de los menores soslaya su condición de víctimas de abusos, que protagonizan la familia, la sociedad y todo el que coadyuva a esa deformación que se intenta castigar ahora.

Sería oportuno hurgar en otras experiencias, como las que plantea el expresidente Luiz Inacio Lula da Silva, sobre las "vías para acelerar la erradicación del Trabajo Infantil", pues en Brasil se han observado avances en tal sentido; o la “Bolsa de Familia", que, según la ministra de Desarrollo Social y Combate al Hambre en ese país, Tereza Campelho, garantiza una mejor vida para 11 millones de hogares pobres.

La funcionaria del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), Begoña Arellano, subrayó que “las causas del trabajo infantil son muy complejas y, esencialmente, están muy relacionadas con la pobreza, la cultura y con la falta de calidad de la educación, lo que impulsa a los niños a desertar de las enseñanzas primaria y secundaria, y ponerse a laborar”.

La propia funcionaria deduce lo que es una verdad indiscutible: “El interés y la voluntad política existen, pero sucede que muchas veces los gobernantes tienen que asegurar los medios y recursos para cumplir este empeño, lo cual es también un tema de prioridades”.