Indica que la impunidad de que gozan los que ordenaron y planificaron la muerte de su hijo es un estímulo para que el país siga padeciendo una espiral de crímenes llevados a cabo por sicarios que cumplen mandato de otros que se cubren en el anonimato y confían en que sus macabras actuaciones no tendrán consecuencias.
Dice que como madre, con pleno conocimiento de los valores que encarnaba su hijo, tiene una herida abierta en su corazón, pues al transcurrir 14 años, los autores intelectuales de la muerte de su hijo siguen impunes.
El senador fue baleado el once de diciembre del 2001, y murió tres días después.