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miércoles, 30 de abril de 2014

¿Feliz Día del Trabajo?

El 1 de mayo de 1886,  unos 200,000 trabajadores iniciaron la huelga,  mientras que otros 200,000 obtenían esa conquista con la simple amenaza de paro. El  reclamo era claro: un pedido de reducción de la jornada laboral a 8 horas, cuando lo "normal" era entre 12 y 16. La protesta, llevada a cabo inicialmente por 80.000 obreros, pronto desembocó en una poderosa huelga nacional que afectó a numerosas fábricas de los Estados Unidos. La fuerza demostrada por los asalariados en su lucha  marcó un antes y después en la historia de todos los empleados, instaurándose aquella fecha como el "Día del Trabajador".


Desde su establecimiento,  el Primero de Mayo, se ha convertido en  la fiesta por antonomasia del movimiento obrero mundial, utilizada para realizar diferentes reivindicaciones sociales y laborales.

Para lograr esta conquista,  muchos  hombres y mujeres  dejaron su vida en el camino para que los empleados actuales pudieran disfrutar lo que ellos soñaron,  un  tiempo laboral equitativo.

Esto dio inicio al establecimiento del  horario laboral, que son las horas que  cada asalariado  dedica a la ejecución de sus obligaciones  en la empresa donde fue  contratado. Son  8 horas diarias y  40 horas semanales de descansos.

El lema de la revolución industrial  era 8 horas de trabajo, 8 horas de descanso y 8 horas de sueño que se alcanzó en numerosos países en la década de 1970 a 1980.

República Dominicana
Muchos decenios de luchas caracterizaron el andar de la clase obrera y sus demandas costaron  “sangre, sudor y lágrimas”.  Por eso cuando se informó que el Código Laboral dominicano sería modificado, muchos de los cambios en perjuicio de los trabajadores, la sociedad  mostró su rechazo y desconcierto ante tal reforma.

Esta pieza jurídica presentada ante los ojos de América y del mundo como un modelo, ahora intenta tirar por la borda esos logros alcanzados, para aprobar otro, en el cual las jornadas laborales pasen de 44 a 48 horas semanales; se reduzca el pago de horas extras;  además,  se  limita las cesantías hasta 4.5 salarios mínimos  solo por tres años, sin importar el tiempo laborado.

Los argumentos de la clase empresarial se basan en el crecimiento de los empleos informales en detrimento del sector formal; pero, en realidad las consecuencias no se justifican en el sentido de que “la economía es la que provoca el crecimiento o decrecimiento del empleo y no la legislación laboral”.

Es preciso que se preste  atención al curso de estas intenciones y seguir de cerca las discusiones, pues en el decir popular “la soga se parte siempre por lo más débil”. No es de extrañar que aunque estas modificaciones o cambios resultan arbitrarias y antagónicas, sean finalmente aprobadas por quienes tienen el poder; mientras que el trabajador será quien sufra en carne propia sus consecuencias.

La historia se repite y al parecer a los dominicanos y dominicanas, tal como hicieron los jornaleros de la  revolución industrial, tendrán que librar otra batalla para impedir que el sufrimiento que padecieron esos valientes hombres y mujeres no sea mancillado.