ASEGURA QUE EL MIEDO Y EL TEMOR HACEN QUE LOS HOGARES Y CALLES SEAN ESPACIOS DE TENSIÓN
Con un llamado a seguir combatiendo la ignorancia y fortaleciendo el sistema educativo nacional, el Obispo de Santiago, Ramón Benito de la Rosa Carpio, culminó el tedeum celebrado en la Catedral Santiago Apóstol, la cual fue encabezada por el presidente Danilo Medina, en conmemoración de los 150 años de la Restauración de la República.
Teniendo en la espalda a una masiva delegación de los miembros de su gabinete Medina se mantuvo atento al mensaje del obispo, quien comentó las lecturas del día y recordó que “en aquel lejano septiembre de 1863, la gente de Santiago, como baluarte de la Guerra Restauradora, prefirió incendiar sus casas antes que ceder a la ocupación extranjera”.
Honrando la puntualidad que le caracteriza, el presidente Medina, acompañado de su esposa Cándida Montilla, llegó a las 10:00 de la mañana a la Catedral Metropolitana de Santiago, donde, junto a la gobernadora de Santiago, Aura Toribio y funcionarios de su gobierno, recibió los honores militares de rigor.
“Cómo no pensar en la figura de Duarte, que a pesar de las circunstancias adversas, las murmuraciones, las críticas, las persecuciones y la falta de confianza en el proyecto de una nueva nación libre y soberana, nunca perdió la fe en el pueblo dominicano’, manifestó el obispo Ramón Benito de la Rosa Carpio durante la homilía por el 150 aniversario de la gesta restauradora.
“Señor Presidente, pueblo dominicano: esta celebración debe animarnos a continuar esta tarea de restauración moral y social a la que estamos llamados los dominicanos y dominicanas hoy. No renunciemos a la seguridad que nos da la fe de Duarte en las posibilidades del pueblo dominicano para contemplar una nueva República Dominicana, restaurada de los males que la agobian”,
Al finalizar, el presidente Danilo Medina fue cercado por sus colaboradores y ni siquiera miró al costado donde la seguridad presidencial tenía cercados a los miembros de la prensa. Tampoco se detuvo siquiera a mirar a la cantidad de gente que le vociferaba “señor Presidente’ desde el otro lado de la verja que separa al pueblo de Santiago del suntuoso templo católico.